La corona de adviento no es una costumbre católica. Apareció en los países católicos hace 50 años coincidiendo con la apostasía judaizante del Vaticano II. Y es cierto que procedía del mundo protestante (como el Árbol de Navidad), pero su origen es muy anterior. Y procede de la cultura talmúdica judía, donde existe una fiesta claramente paralela que es la HANUKA.
Teóricamente la Hanuka tiene su origen en los Macabeos, pero en realidad las fuentes seguras de tal fiesta la encontramos en el Talmud (Gemara, Shabbat 21), de forma que podemos afirmar sin mucho error, que aunque tuviera su raíz en alguna celebración anterior, la actual hanuka es una invención talmúdica.
En cualquier caso el paralelismo entre la celebración de la Hanuka judía, y de la corona de adviento protestante y de la secta del Vaticano II es demasiado evidente para poder ser negada1. Vean por ejemplo esta descripción de tal fiesta talmúdica:
“La fiesta de la Hannukkah, también conocida como festival de las luces, comprende 8 días desde el 25 de Kislev hasta el 3 de Tevet[2] y conmemora la victoria de Judas Macabeo contra los Griegos y la purificación y dedicación del templo[3] el 25 de Kislev del año 164 a. C. El Talmud describe en la Guemara, en el tratado Shabat (21b)[4] que los Macabeos, al entrar en el Templo profanado, no encontraron aceite puro para encender la Menorah. Tan solo había una alcuza aún sellada por el Sumo Sacerdote, con aceite para iluminar un día, pero que, milagrosamente, iluminó durante ocho días, tiempo necesario para consagrar el nuevo aceite. En un ambiente festivo, semejante a la Navidad cristiana, las familias judías piadosas encienden gradualmente durante ocho días, -una luz cada día- de la Menorah, conmemorando la victoria de Dios sobre oscuridad de la injusticia y la impiedad[5]. La progresión de las luces indica que la luz eterna llenará todo de luz: «nosotros encendemos estas luces por los milagros…», por cada luz, un milagro; por cada milagro, la luz se engrandece”.2